A diferencia de otros seres sociales cada ser humano tiene poder para actuar por si mismo gracias a sus capacidades y raciocinio individual. El poder personal tiene sin embargo características sociales porque no podemos prescindir de la sociedad para realizar nuestra identidad, valores u aspiraciones. La posición social de cada persona, sus condiciones, así como el conocimiento que tiene de ellas, deciden cada acción, según el estado emocional con el que afronta la situación.
El poder personal, actuando en la relación social, puede parecer arbitrario porque cada persona actúa defendiendo lo que tiene, como haría cualquier animal en la naturaleza. Cada persona pivota sobre su base de poder, aquella que domina, que es distinta y variable (relativa) en cada individuo.
Los animales rigen su acción instintiva por su información genética. Los seres humanos, como seres racionales, modificamos nuestra posición según el conocimiento al que tenemos acceso lo que incluye las respuestas emotivas, casi inconscientes, sobre las que existe un aprendizaje previo y que por tanto se pueden educar.
Las relaciones de poder, entre personas empoderadas, conscientes de su dominio personal, pueden causar graves problemas sociales si no hay una educación para el bien común ya que puede imponerse el instinto animal de la conservación, la lucha competitiva.
El poder social
La sociedad alcanza su equilibrio, la tan traída y llevada ‘paz social’, por muchas vías, incluidas tanto la violencia como un proceso electoral institucional. Supone normalmente muchas cesiones de poder:
- Un consenso pasivo, de inacción por quienes lo ceden.
- Un acuerdo social coyuntural por el que la mayoría de la sociedad cede su poder para que lo ejerza un poder dominante.
- Una cesión de poder a quien lo ejerce por temor a sus acciones en uso de la ley o por represión directa.
Las personas que consiguen proyectar su poder personal a toda la sociedad, o una parte, imponen a esta las condiciones de su poder creando una relación enfermiza que daña a l@s dominad@s que deben renunciar a realizar su identidad y valores para que se impongan los de quienes dominan. Esta relación de poder, dominio/sometimiento, cumple siempre una función social en la que se desarrolla una relación jerárquica basada en la posición exclusiva que domina, una persona o grupo, sometiendo a quienes influye, la denominamos burocracia.
La burocracia se forma espontáneamente en la relación social cuando alguien, o un grupo, asumen como propia una acción que precisa la sociedad. En esa acción introduce, inconscientemente primero, sus valores y realización personal, a continuación su beneficio personal del que es plenamente consciente. La corrupción es la consecuencia directa de la burocracia, y de la inacción social. Existe desde que surgieron la especialización y la explotación humana.
Son burocráticas las organizaciones jerárquicas que reservan por naturaleza lugares privilegiados para el ejercicio del poder: los estados, gobiernos, los organismos supranacionales, los partidos políticos, la mayoría de las empresas, los sindicatos y organizaciones sociales estabilizadas, los ayuntamientos, juntas vecinales…
Entre las organizaciones jerárquicas hay siempre relaciones de dependencia que implican el reconocimiento del poder superior, una relación de vasallaje de la que devienen beneficios mutuos. La burocracia persigue la estabilidad en todas las escalas que garantizan su privilegio por lo que oculta sistemáticamente la corrupción del otro de la que podrán disfrutar si corre el escalafón.
La estabilización del poder burocrático conlleva la creación de una cultura tolerante con la burocracia y la corrupción, la renuncia regular y sistemática al poder personal, por delegación de tus responsabilidades en otr@s, que lo asumen como propio. Los profesionales de esta cultura viven de ella y se promueven conscientemente para obtener beneficios personales.
Es lo mas probable que los primeros estados nacieran burocratizados, el primer testimonio escrito nos lo dejó Platón en La República (370 a.c.).
La cultura burocrática presupone la ausencia de una cultura del bien común. El poder de tod@s y por tanto el beneficio de tod@s, excluye el beneficio privado, insostenible, con costes sociales y explotación.