Hace millones de años nuestros ancestros iniciaron un largo viaje. Desde sus lugares de origen empezaron a desplazarse descubriendo mares, valles, montañas, estrechos, lagos…
Así fueron conociendo y poblando el planeta que nos acoge. Buscaban su alimento, cobijo, seguridad… se defendían de otros grupos humanos que, como ellos, sólo querían sobrevivir.
Defendían el territorio, sus zonas de caza o recolección, luchando si era necesario, como otros animales que compiten entre sí en la naturaleza. Se defendían de otros depredadores, de las enfermedades, de la debilidad de los viejos, los más sabios, antaño grandes cazadores. Defendían a sus niños, enfermos y mujeres embarazadas, que no podían aportar al grupo, pero antes lo hicieron, o lo harían en el futuro.
En este largo viaje fueron cambiando presionados por la necesidad, aprendían, sin más remedio, de lo que otros como ellos iban descubriendo.
Observando la naturaleza supieron usar cuanto encontraban; sus manos se volvieron más hábiles, caminamos erguidos, se cubrían con las pieles de su caza consiguiendo la protección que parecía negar la naturaleza.
Su capacidad craneal empezó a crecer según iban aprendiendo más y más, hasta desarrollar su cerebro con capacidades racionales superiores a cualquier otro ser vivo. El arte y el lenguaje les permitió comunicarse en grupos cada vez más grandes, unirse con sus emociones y creencias de forma que ninguna especie en el planeta ha podido resistir nuestro avance. Hasta tal punto han crecido nuestras capacidades que el planeta mismo se encuentra amenazado por nuestras desbocada actividad de explotación y destrucción de los recursos, incluyéndonos a nosotr@s mism@s.
Varias ramas de homínidos se desarrollaron, convivieron, se mezclaron, se superaron. Las más débiles se extinguieron, quedaron atrás en su evolución y no superaron a quienes desarrollaban más sus habilidades sociales, unas habilidades que siendo seres individuales, con capacidad propia, nos permitían actuar socialmente, mover grandes moles de piedra, cazar mamuts, crear ejércitos, imperios, dominar el planeta y a todas sus especies.
Aún hoy sentimos positivamente el bien común que desde que iniciamos este viaje nos ha unido para poder evolucionar y sobrevivir.
Nuestra actual etapa evolutiva es la más corta de nuestra experiencia vital en el planeta. ¿Qué son 10.000 años de existencia del estado frente a los dos millones que se estima tiene el género humano?.
Nuestra evolución en este corto periodo no ha sido genética, como es el patrón de la naturaleza, sino social y de conocimiento. No solo hemos crecido en número sino en organización social. A nuestros ancestros les pareceríamos dioses.
El homo sapiens ha encontrado sin embargo su techo de desarrollo; no hay más planeta que dominar ni más especies que podamos destruir, cuya extinción no hayamos iniciado o ejecutado por completo. Hemos modelado el mundo a nuestra conveniencia y condicionado la evolución de otros seres vivos a las utilidades que nos interesan.
Hemos agotado sus riquezas profundas, minerales, energías fósiles, la propia riqueza de la superficie de la tierra que nos da de comer ha sido esquilmada para sacar cuanto fuera posible. También la atmósfera está degradada. Somos un gigantesco depredador, insaciable, inconsciente de que agotamos las posibilidades del planeta que deberían permitirnos vivir en el futuro.
A pesar de nuestra capacidad racional y emocional, de nuestra organización, capacidad técnica y científica, de nuestra fuerza transformadora, creativa, artística, no somos más conscientes que las manadas de bisontes que empujábamos al precipicio para cazarlos en masa.
No somos conscientes de las consecuencias de nuestra acción, no somos conscientes de los límites y riesgos de la actual civilización, no somos conscientes del anquilosamiento de nuestra actual organización social, incapaz de responder a los retos que nos enfrentamos por su dependencia del beneficio privado.
Por no ser conscientes, no lo somos de las habilidades sociales que hemos desarrollado para poder sobrevivir y las mal usamos, no las educamos, las sufrimos como si fueran una peste de la que es imposible desprenderse. Nos odiamos a nosotr@s mism@s, nos tratamos como plaga, como enemig@s, aplaudimos la desgracia de otr@s, cuando no la buscamos. Nos incluimos con orgullo en tribus culturales que odian a otras tribus.
Hemos desarrollado nuestra capacidad de matarnos hasta el punto de aceptar empobrecernos si es necesario para aniquilar a otr@s. Tenemos armas suficientes para destruir dos planetas como la tierra.
Los momentos más duros de nuestra evolución, que han sido muchos, han tenido sin embargo momentos felices, cuando hemos conseguido superar las dificultades. Tod@s sentimos una atracción inexplicable por el fuego gracias al cual no solo hemos sobrevivido sino que, por la mayor ingesta de proteínas que nos permitían los alimentos cocinados, hemos desarrollado el córtex cerebral en el que funcionan nuestras habilidades sociales, el raciocinio, el lenguaje y las respuestas emocionales.
La felicidad ha sido una constante de nuestra evolución en cada peldaño que superábamos. En los grandes, recuperados por la historia como patrimonio de la humanidad, y también en los pequeñitos, en esos que sólo recuerda quien lo ha vivido aunque él/ella no pasen a la historia porque en ese momento estábamos ocupados en otras cosas.
Nuestra inconsciencia no nos ha permitido conocer el valor de las personas que nos han hecho avanzar. Algunos si han tenido tal reconocimiento, Einstein, Gandi, Colón, Alejandro Magno, Cervantes… Sin embargo muchos otros no lo lograron, murieron en el anonimato, aunque ahora les rememoremos como hacemos con Gaudí o en una fiesta de odio, en la hoguera, la inquisición o el nazismo. Igual nos sucede con los emprendedores sociales, llamados activistas, que pueden llegar a la fama del poder, recibir un premio nobel, ser encarcelados de por vida o bien ser denostados como perroflautas.
En nuestro largo viaje evolutivo much@s avisaron del peligro, much@s desarrollaron soluciones que unos grupos adoptaron y otros rechazaron, porque no se correspondía con la tradición. La inconsciencia dejó por el camino muchos cadáveres que no pudieron, no supieron, o se negaron a evolucionar.
Ahora tenemos, como en otras ocasiones en el pasado, una grave alarma, no sabemos si será la definitiva, la que acabe con el problema, como dicen algunos que nos odian tanto que prefieren que la naturaleza se haga cargo del error histórico que cometió al darnos a luz.
También es posible que se resuelva, como hemos hecho en otras ocasiones, particularmente en los 10.000 años de dominio del beneficio privado, con el sacrificio de miles, sólo que esta vez serán millones de seres humanos.
Sin duda en el poder establecido hay personas que se están preparando para sobrevivir a la plebe con cuanto puedan acaparar para esta versión lujosa de viajar por encima de las cabezas de la humanidad.
Desde que somos sapiens siempre ha habido alguien que decidía por nosotr@s para garantizarse su beneficio privado. Solo en algunas ocasiones, sin saber cómo, se han dado situaciones de doble poder en las que nos hemos unido dando una salida social a las ratoneras en las que nos ha metido nuestra propia historia.
Afortunadamente algunos héroes contemporáneos se ha aferrado a la investigación científica, de forma que hoy entendemos como funcionan las habilidades sociales que nos han permitido sobrevivir, asegurar el bien común y evolucionar.
Te explico como en los siete vídeos del VideoLibro de Sociedad del Bien Común. Contienen un sistema racional/emocional y científico que cualquiera puede usar, o bien porque lo necesita o porque entiende el valor de salir como sociedad en este grave momento mediante un salto evolutivo consciente.
El uso consciente de nuestras habilidades sociales nos permitirá superar con bien común las amenazas del cambio climático, el forzoso decrecimiento y la transición energética acabando con la supremacía del beneficio privado sobre nuestras vidas y el propio planeta.
Sólo hay que decidir si queremos participar o no en este Viaje Evolutivo. Entonces decidirás tú, y decidiremos nosotr@s, qué va ser de nuestras vidas y como vamos a garantizar el equilibrio con el planeta y con nosotr@s mism@s.