De alguna forma intuimos que se deben producir cambios, pero también vemos que no pueden ser de golpe aunque los plazos se acorten agotando el tiempo que tenemos de respuesta.
La sociedad no está preparada, a pesar de que la transición sea un término muy bien aceptado, en estos momentos por el uso oficial en la ‘transición energética’, porque hemos tenido muchas transiciones, tanto tecnológicas como políticas y hasta evolutivas.
El bien común, que parece la referencia lógica para este momento, no parece tener opciones, nadie piensa que se pueda hacer realidad. La sociedad está fragmentada, desinformada…la ansiedad que produce esta situación indefinida nos domina produciendo una mayor dispersión y enfrentamiento social sin soluciones efectivas de ningún tipo. El poder existente no parece dispuesto a cambiar.
Si nos dejamos llevar por sus mecanismos habituales volverá a ser el beneficio privado quien decida, como ya está sucediendo, y en este caso la catástrofe será tan brutal que está en riesgo la propia existencia de la humanidad.
A diferencia de la transición energética y el cambio climático, que son inexorables, la transición al bien común, con todas las políticas necesarias que podamos imaginar, puede no producirse si no liberamos al bien común del dominio del bien privado.
Para que la transición beneficie a tod@s debemos intervenir con cambios en nosotr@s mism@s, usando nuestro poder, la capacidad de actuar, cada cual por si mismo y en conjunto. La decisión debe tomarla cada cual y/o con su comunidad, en el momento que lo consideremos necesario y al ritmo que seamos capaces de asumir para no correr riesgos, pero movilizando nuestras habilidades sociales de las que ya sabemos suficiente para usarlas mejor que lo hemos hecho hasta hoy.
En la transición del beneficio privado al bien común decides tu. Solo necesitas conocer los cambios que hay que hacer, sin repetir las tragedias del pasado.
Necesitamos tres planos de evolución:
- La Personal
- La Social
- La Política